Artigo de Moisés Naím (2 de junho de 2012, site do jornal El País):
¿Por
qué sigue agudizándose y extendiéndose la crisis económica europea?
¿Ignorancia? ¿Demasiado poder concentrado en pocas manos? ¿O será, quizás, todo
lo contrario: que los que deben tomar las decisiones necesarias no tienen el
poder para hacerlo? Creo que es una diabólica combinación de estos tres
factores.
Ignorancia. Está claro que ni entre los
Gobiernos ni entre los expertos hay acuerdo acerca de qué hacer. El debate
entre los defensores de la austeridad y quienes proponen gastar más para
estimular el crecimiento de la economía domina los titulares. A medida que la
crisis arrecia, este debate se transforma en un torneo de frases hechas y
afirmaciones superficiales. Después de todo, la austeridad no suele ser una
opción entre varias. Los pobres no viven austeramente porque, después de
pensárselo bien, decidieran que prefieren ser frugales y no manirrotos. Así,
para muchos países —y familias— la austeridad es una feroz e ineludible
realidad. Por otro lado, imponerle más austeridad a quienes ya no pueden vivir
con lo poco que tienen tampoco es una opción válida. En todo caso, el debate
sigue y la seguridad con la cual los más renombrados economistas ofrecen sus
recomendaciones contrasta con la validez de sus pronósticos e interpretaciones
antes y durante la crisis. Andrew Lo, un economista del MIT, acaba de publicar
en el prestigioso Journal of Economic Literature una reseña de los 21
libros que más resonancia han tenido en los debates sobre la crisis. Su
conclusión: “De este amplio y contradictorio conjunto de interpretaciones no
emerge una narrativa única; la gran variedad de conclusiones… enfatiza la
desesperada necesidad que tienen los economistas profesionales de ponerse de
acuerdo sobre una base de datos común de la cual puedan construir inferencias y
narrativas más precisas”.
En
otras palabras, si los mejores economistas ni siquiera se pueden poner de
acuerdo sobre cuáles son los hechos y datos relevantes para explicar la crisis,
no debe sorprendernos que tampoco estén de acuerdo acerca de qué hacer para
salir de ella. Pero no se dan por aludidos. Esta crisis ha revelado que la
arrogancia intelectual es uno de los riesgos ocupacionales de practicar la economía
como profesión.
Mucho
poder en pocas manos. Por otro lado, también es obvio que la crisis no es solo económica y
que las contradicciones y desacuerdos entre los expertos no bastan para
explicar lo que está sucediendo. La política tiene mucho que ver con lo que
está pasando, y hablar de política es hablar de poder. Hay protagonistas de
este drama que, aunque no tienen el poder para solucionar la crisis, tienen el
poder de vetar las iniciativas ajenas que no les convienen y así truncar el
juego. La canciller alemana, Angela Merkel, por ejemplo, es uno de estos
protagonistas con enorme poder de veto. Alemania podría estimular más su
economía y apoyar otras medidas que ayuden al resto de Europa a salir de la
crisis. La venta en los mercados mundiales de un bono único emitido por Europa
es un buen ejemplo de iniciativas válidas que hasta ahora han sido frenadas por
Alemania. Estos eurobonos tendrían la garantía colectiva de todo el continente,
lo que disminuiría su prima de riesgo y los pagos que deben hacer los países
más atribulados por la crisis —y que más dependen del crédito del extranjero—.
Pero en estos tiempos el poder no solo se concentra en algunos países y
líderes. Los financieros que tienen la capacidad de mover grandes volúmenes de
capital de un país a otro también son protagonistas importantes del drama
europeo. Si bien no pueden imponer políticas, sí pueden vetar decisiones o
limitar las opciones de los Gobiernos.
Poco
poder en muchas manos. Por otro lado, un paradójico y contradictorio aspecto del poder en
estos tiempos es su escasez, precariedad y transitoriedad. Aún los más
poderosos se encuentran con inmensas limitaciones para ejercer el poder. Y
además lo pierden con inusitada frecuencia, siendo reemplazados por rivales,
colegas o sorprendentes contendientes que aparecen súbitamente. Angela Merkel
no puede hacer todo lo que le gustaría y sus opciones son restringidas por una
miríada de micropoderes que, si bien no tienen la fuerza de imponer sus deseos,
sí tienen cómo limitar a los más poderosos. Ni siquiera los líderes de las
finanzas pueden hoy dormir tranquilos suponiendo que sus cargos e instituciones
están a salvo de la turbulencia en la que vivimos. En el mundo de hoy, el poder
está muy fragmentado y la crisis europea es la evidencia más clara de esta
tendencia. Incluso quienes más poder tienen solo pueden influir sobre su
evolución de manera tenue e indirecta. La crisis sigue porque en Europa no hay
quien tenga el poder para contenerla. Por ahora.
Sem comentários:
Enviar um comentário