quinta-feira, 29 de novembro de 2012

O diabo anda à solta


Fotograma de "O exorcista" de William Friedkin (1973)
A diocese de Milão multiplica o número de exorcistas e abre uma central para atender os possuídos pelo demónio.
Aunque sus métodos evolucionan, el viejo Satanás regresa de vez en cuando a sus números de siempre. Y el clásico entre los clásicos es el de meterse en el cuerpo de una criatura de Dios y obligarla a echar espumarajos por la boca. El caso es que monseñor Angelo Scola, arzobispo de Milán y uno de los más firmes candidatos a sustituir a Benedicto XVI en la silla de Pedro, no está dispuesto a permitirlo. Ha multiplicado por dos la plantilla de exorcistas de su diócesis —de 6 a 12—y ha instalado una centralita para atender a los posibles endemoniados. El número, huelga decirlo, no contiene un triple seis…
En cualquier caso, no se trata de un asunto —advierten desde la diócesis de Milán— para tomárselo a broma. Los casos verdaderos son raros, pero haberlos, haylos. De ello da fe monseñor Angelo Mascheroni, obispo auxiliar y responsable desde 1995 del Colegio de Exorcistas. A través de una entrevista en la web oficial de la archidiócesis, ha contado que cada vez son más las llamadas de fieles que solicitan un nombre, una dirección, un teléfono, algún lugar seguro donde poder aliviar el sufrimiento de algún familiar o amigo que consideran poseído por Satanás.
Muchos de ellos ya han sido víctimas de personas sin escrúpulos que, bajo el disfraz de curanderos o brujos, les han sacado los cuartos a cambio de aliviar su sufrimiento. "Por esto", dice monseñor Mascheroni, "hemos activado una centralita en la Curia de lunes a viernes de las 14.30 a las 17.00. Quien tenga necesidad puede llamar y encontrará a una persona que le indicará un contacto en su zona para evitar que hagan largos viajes". Eso sí, el obispo les ha pedido a sus exorcistas que, tratándose del asunto que se trata, se lo tomen con calma y no se sobrecarguen de trabajo. Además de luchar eventualmente con el diablo, tendrán que seguir diciendo misa, confesando, ejerciendo de párrocos…
Monseñor Mascheroni dice que la función principal de sus exorcistas será la de escuchar, atender con serenidad a quienes sufren y dejarles claro que “el Señor siempre es más fuerte que el diablo”. Aunque no hay un retrato robot de quienes reclaman los servicios de un exorcista –hay personas jóvenes y ancianas, sin y con estudios--, sí se da la circunstancia de que muchos suelen ver al maligno detrás de simples malas rachas —"el chico no va a la escuela, toma drogas, es rebelde"— o problemas más propios de la consulta de un psiquiatra. El obispo dice que, a veces, llegan jóvenes asustados que, tras participar por diversión en ceremonias de espiritismo, creen que Satanás se enfadó y se les metió dentro. "Si lo hicisteis por divertiros", les tranquiliza monseñor Mascheroni, "el demonio no os tomó en serio. El demonio es una persona seria".
Notícia publicada no site do El País, aqui.

Cavaco vai cumprir um prazo!


Chamada de capa do jornal i de hoje:
"OE. Cavaco decide antes de fim do prazo se envia para o TC"
Ficamos a saber que para o jornal i é um facto extraordinário, digno de chamada de capa, o facto do atual Presidente da República tencionar decidir dentro do prazo estabelecido para tal.

terça-feira, 27 de novembro de 2012

Biblioteca em Estugarda (Stuttgart)

Foto de Stefan Josef Muller
A stunning, though at first glance simple, library has risen in the German city of Stuttgart. Designed by Eun Young Yi, principal of the Cologne-based firm Yi Architects, the building presents itself as a single cubic volume. But what appears to be an unremarkable shell of glass bricks and concrete is, in fact, a second skin enclosing promenades that circumscribe the entire structure. Come nightfall the façade glows from deep within. More magical still is the interior, which features two atria, one stacked above the other. The lower is a soaring ascetic chamber, empty but for a small fountain. (The cavernous room’s scheme was inspired by the Pantheon in Rome.) Upstairs, a five-story space, shown, gleams with natural light, thanks to a glass ceiling, polished white surfaces, and stepped balconies. Could there be a better place to read?
(texto de Samuel Cochran publicado em www.architecturaldigest.com)

segunda-feira, 26 de novembro de 2012

Eugeni Forcano

Foto de Toni Garriga
O catalão Eugeni Forcano ganhou o Prémio Nacional (de Espanha) de Fotografia 2012.
Podemos ver 48 fotos suas aqui.

segunda-feira, 12 de novembro de 2012

Ang Lee: “La cultura no es como la economía, se tarda décadas en desarrollarla”


Foto de Lee Jin-Man
Se acerca andando lentamente por la terraza de un hotel de lujo en el litoral de Barcelona. A pocos metros de allí, miles de turistas se tuestan bajo un sol de justicia, pero a Ang Lee (1954, Pingtung, Taiwán), lo del moreno le importa poco, ha venido a la capital catalana con una misión concreta, presentar La vida de Pi, adaptación al cine de la novela de Yann Martel que se convirtió en best seller hace 10 años y que se estrena el 30 de noviembre.
Lee es un hombre pequeño, tímido y –a juzgar por su tono de voz– humilde. Sonríe continuamente y sus respuestas son largas y anchas, con un inglés inmaculado sazonado con un acento que le recuerda al interlocutor que un día, antes del salto a Hollywood, este señor arrasaba en su patria natal. Su aventura estadounidense empezó con Sentido y sensibilidad, un reto mayúsculo que resolvió con una solvencia indiscutible. Allí, con su ópera prima en territorio yanqui, consiguió romper el muro de un solo golpe y modelar su nueva criatura, la durísima La tormenta de hielo, donde demostraba que las emociones eran un lenguaje común a cualquier civilización, oriental u occidental.
Sin embargo, Lee decidió llevar una doble vida a ambos lados del charco después del fiasco que supuso Cabalgar con el diablo. De esta filosofía de “en casa como en ninguna parte” surgiría su éxito más rotundo hasta la fecha: Tigre y dragón. Aquel filme que hundía sus raíces en los clásicos de artes marciales y que lucía un increíble envoltorio visual acabaría dándole cuatro Oscar, entre ellos, el de mejor película de habla no inglesa, y afianzando su posición en el Olimpo de los directores más deseados por el viejo Hollywood, el que aún se rige por el sistema de los grandes estudios.
De este entente privilegiado nacerían (paradójicamente) su mayor éxito y su mayor fracaso: Brokeback mountain y Hulk. La adaptación del cómic de Marvel que protagonizaba Eric Bana fue una gran decepción a nivel de taquilla, y muchos le reprocharon un excesivo cuidado que no encajaba con la historia de aquel incontrolabe gigante verde. Sin embargo, dos años después, Lee volvería por la puerta grande con un drama disfrazado de western de voluntad crepuscular (aunque los protagonistas fueran jóvenes vaqueros) en el que trataba un tema tan peliagudo para la América tradicional como la homosexualidad. La película, un canto a la tolerancia, arrasó en los cines y llevó al de Taiwán hasta el podio final: el Oscar a mejor director.
Ahora vuelve, después de un par de trabajos cuya repercusión fue mínima, a las grandes ligas del séptimo arte, con una historia de un niño atrapado en una barca con lo más granado del mundo animal y dejado a merced de los elementos. Un proyecto que muchos consideraban un imposible, pero que se ha hecho realidad por pura testarudez, la de un hombre pequeño y tranquilo, pero con la energía de un ejército.
Parecía imposible que pudiera usted salirse con la suya. ¿Qué ha pasado todo este tiempo para que ‘La vida de Pi’ haya podido hacerse realidad? ¿Cuánto tiempo tiene? [Sonríe] Bueno, el problema era el presupuesto, desde el principio. Por la complejidad de la novela resultaba difícil hacerla con un presupuesto de, digamos, cine independiente, humilde. Así que cuando escribí el guion ya les dije a los de arriba que no podría hacerse con poco dinero, que necesitaríamos más, porque con menos no la haría. Mientras ellos se lo pensaban, yo empecé a trabajar en la previsualización de la película, así que antes siquiera de tener luz verde ya contaba con 75 minutos de animación, con un océano entero, con todo lo que necesitaría luego. Cuando nos dieron el sí empezaron los problemas de verdad: ne­­cesitaba, por ejemplo, construir un tan­­que para crear olas, algo que no se había intentado hasta entonces, pero que resultaba imprescindible. En Estados Unidos era imposible (el presupuesto se disparaba), y entonces pensé en Taiwán, porque allí harían cualquier cosa por mí [sonríe]. Así que hablé con el alcalde de Taichung, que es la tercera ciudad en tamaño en Taiwán, y me cedieron un aeropuerto abandonado. Allí construí el tanque, donde podíamos imitar la textura del agua en mar abierto, y lógicamente, los costes fueron mucho más pequeños. Como puede imaginarse, cada paso del proceso llevaba meses… La aceptación del guion, el presupuesto, la preproducción, la pos­­­­producción, la promoción… No se acababa nunca.
¿Ha sido su proyecto más costoso? Por supuesto. Piense que a mí, una película acostumbraba a llevarme un año o dos, y con esta me he pasado muchísimo más. La preparación, los seis meses de rodaje, la larguísima posproducción. Muchísimo tiempo. No sé si podría volver a dedicar tanto a un solo proyecto.
Da la impresión de que no acababan de fiarse de usted… [Risas] La verdad es que hasta que no vieron las primeras imágenes yo también lo pensaba; después de eso les convencí. Pero, bueno, es que yo hago películas especializadas; de todos los tamaños, pero especializadas, y llega un momento en que el departamento de marketing se suma al proyecto, y esa parte ya no la disfruto nada [sonríe]. Entiendo que es importante estudiar cómo deben posicionar el filme con vistas a venderlo a la audiencia, pero eso se me hace muy raro. Y con una película como esta quieres llegar a una audiencia masiva. Yo tengo ese dilema; no es que sea arte versus economía, pero es algo así, y ese momento me causa cierta vergüenza. Creo que lo máximo a que un director puede aspirar es a hacer una película grande que sea especial, pero eso es complicadísimo.
¿Y cree que usted puede ser ese director? No quiero pecar de inmodesto, pero creo que puedo dirigir cualquier cosa, grande o pequeña. Hay algunos directores a los que les asustan los gran­­des presupuestos y acaban derretidos detrás de la cámara, pero a mí no me asustan los grandes presupuestos, tampoco los pequeños. Lo que me molesta, como le decía antes, es todo ese proceso en el que los estudios deciden cómo van a vender tu película. Supongo que con una película todo el mundo tiene un sueño y trata de hacerlo realidad, incluso el estudio, pero al final es difícil compaginar tus sueños con los suyos.
Se ha hablado mucho de la dificultad que presenta adaptar un libro como ‘La vida de Pi’, especialmente si uno ha leído el libro y conoce el final. ¿Está de acuerdo? Bueno, para mí no es difícil mantener a la gente atenta a la película, hayan o no hayan leído el libro. Creo que las dificultades son puramente cinemáticas y pasan por adaptar un libro intelectual, de cariz filosófico, para adul­­tos. Convertir eso en emoción es lo difícil, porque las películas funcionan en un sentido muy distinto a las palabras. Ese es, en mi opinión, el verdadero reto. Por decírselo de otra manera: un libro es un libro [carcajadas].
Por lo que hemos visto de la película, los efectos visuales van a resultar claves: ¿comparte usted aquello que decía Steven Spielberg de que lo más complicado de los efectos especiales es que no se apoderen de tu película? Depende. Para mí, los efectos especiales son la mejor parte, no hay política ni intromisiones; se trata solo de crear esas imágenes que pueden ayudarte a construir tu película. En cierto modo, lo que haces es imitar el trabajo de Dios. Por supuesto, no estoy hablando de los Transformers ni de nada parecido, sino de alguien que tenga la voluntad de tratar de ser realista. Piense en crear cosas como el tiempo, el cielo, el agua, las personas… ¿Cómo imitar el trabajo de Dios y hacerlo creíble? Esa es la parte más difícil del trabajo. Pero creo que sí, que Spielberg tiene razón, los efectos especiales pueden robarte la película a poco que te descui­­des. Creo que a veces olvidamos que toda esa tecnología tiene que servir a un propósito dramático, a la voluntad de reforzar el retrato de la realidad. Repito: no hablo de los Transformers [sonríe].
‘La vida de Pi’ no se parece a nada que haya hecho antes, y eso puede decirse de todas sus películas: ninguna se parece a las anteriores. ¿Está usted empeñado en cambiar continuamente de tema o es algo más complicado? Algo así: digamos que no hay ningún género que me atraiga más que otro y que simplemente me dejo seducir por el material. No pienso: “Oh, esto es un western y no he hecho aún ningún western”, no funciona así. Digamos que si el guion me gusta y creo que es algo nuevo, donde puedo aprender y disfrutar, no tengo problemas en hacerlo, ya sea una comedia o un thriller. No tengo tabúes de género, nunca los tuve.
Leí una entrevista en que decía usted que antes de romper las reglas de un género hay que saberse al dedillo esas reglas… Sí, por supuesto. Si voy a hacer una película de terror estudiaré cómo son las reglas de ese género y cuáles son los instrumentos que utiliza para comunicarse con la audiencia, y después trataré de romper uno o dos, para aportar mi propia visión al juego. Pero hay que tener claro que es imposible romper ninguna regla o protocolo cinematográfico en ningún genero si no los conoces como si fueran de tu familia.
Hablando de reglas y protocolos, ¿lo de rodar ‘La vida de Pi’ en 3D ha sido por voluntad propia o por exigencias ajenas? Yo quería trabajar con el 3D, creo que es una nueva forma de arte absolutamente legítimo. Ahora bien, es importante tener en cuenta que el 3D actual es absolutamente torpe, casi rústico. El 2D tiene 100 años, y solo por eso es injusto comparar ambos formatos. Lo que me gusta del 3D es que tienes una nueva lista de reglas y eso me parece muy excitante; lo del 2D ya lo conozco, pero con el 3D es como empezar de nuevo. De repente, la cámara ya no es plana y puedes crear profundidad, no tienes que fingirla, pero al mismo tiempo esa profundidad es de algún modo elusiva… Me parece francamente emocionante. Avatar legitimó el formato en su momento, pero de eso ya hace tres años, necesitamos seguir avanzando. Hay que ver que las cámaras o los proyectores son aún muy primitivos, porque las tres dimensiones son como un niño dando sus primeros pasos: no le vas a exigir que corra de buenas a primeras, hay que dejarle cierto margen.
¿Espera ver usted películas independientes en 3D en un futuro no muy lejano? ¿Independientes? Claro, por supuesto que espero verlas y creo que no tardarán demasiado. El formato se irá abaratando y será más sencillo. Además, ¿quién quiere ver algo plano cuando le puedes dar forma y profundidad? [Risas]. Al menos esa es mi opinión. Lo que sí puedo decirle es que ahora mismo me atrae seguir trabajando con las tres dimensiones, y eso es lo que voy a hacer.
Con la idea de Peter Jackson de rodar ‘El hobbit’ a 48 fotogramas por segundo, el doble de la velocidad estándar, se desataron todos los infiernos… Los ojos son muy divertidos, vemos y generamos ilusiones, construimos imágenes y las juntamos. En cierto modo es como la vida: si ves algo nuevo que no esperabas ver, lo rechazas de entrada. Creo que los filmes de animación han sido mucho más eficaces en ese sentido y están abriendo camino para probar determinados instrumentos. Por ejemplo, el 3D que he utilizado para La vida de Pi ha sido muy problemático tanto técnica como conceptualmente, y eso porque, aunque el lenguaje de las dos dimensiones funcione igual en 3D (es el mismo lenguaje cinemático), el formato es total­­mente distinto y necesita ser desarrollado. Por eso creo que, a medida que el 3D o los 48 fotogramas por segundo sean más accesibles, veremos toda clase de innovación y avances. No he visto lo de El hobbit, pero tengo mucha curiosidad.
¿Cree que el próximo gran salto del cine será puramente tecnológico? Así ha sido desde el día uno; la tecnología es lo que ha hecho avanzar el séptimo arte desde hace cien años. Pongamos por ejemplo la llegada del digital y la desaparición del celuloide. Durante diez años me he negado a abandonar el celuloide, pero al final me han convencido, y habiendo probado ambos formatos puedo decir que el digital es netamente superior.
¿No siente nostalgia? No, ¿por qué debería? El tiempo se mueve, las cosas cambian, no puedes limitarte a sentir nostalgia, es el ciclo natural. Yo me negué una y otra vez a renunciar al celuloide, pero creo que el digital es el futuro.
Usted nació en Taiwán, así que conoce bastante bien la situación en China. ¿Cree que va a ser el próximo gran coloso cinematográfico, aunque sea solo por una cuestión de potencia financiera? Es un tema interesante y lo que puedo decirle es que no sé qué va a hacer China con todo ese dinero. La cultura no es como la economía, se tarda décadas en desarrollarla y asentarla, y no puedes hacerla crecer a base de dinero: no es una cosa que explote en diez minutos. No es que tengas dinero y todo se convierta en un paraíso. Además, en el caso de China hay que pensar en cómo el sistema político se relaciona con la cultura, y eso es aún más complicado. Yo vengo de Taiwán, pero nuestra historia es muy diferente. En cualquier caso, lo que está claro es que las películas que hacen no van más allá de China, y creo que va a llevarles bastante tiempo solucionar eso.
Este es su proyecto más ambicioso, ¿siente mucha presión? [Sonríe] Siempre hay presión, al principio estaba muy nervioso cuando me dijeron que los estudios querían pasar fragmentos de la película en diversos encuentros con exhibidores. Mi preocupación partía de que sin contexto no se pueden sacar conclusiones, y esto me lleva a pensar que ellos promueven una cosa, y yo, otra: ellos hacen películas basadas en una fórmula y las promocionan de esa manera, pero La vida de Pi no es esa clase de películas. Espero que sepan lo que hacen. Quizá lo saben… O puede que no [risas].
Una última pregunta: nunca ha sido usted un cineasta de encargos y, de hecho, jamás se le relaciona con ningún proyecto que no sea el que está rodando en ese momento, ¿es algo parecido a una filosofía de trabajo? Es mi filosofía de trabajo, no quiero hacer cosas en las que no vaya a involucrarme del todo, porque acostumbro a pensar 24 horas al día en lo que hago. Si tuviera que pasarme dos años trabajando en algo que no me apetece nada, no estaría siendo fiel a mí mismo. Por eso solo ruedo mis propios proyectos y solo acepto los de otros si realmente siento entusiasmo por ellos.
(retirado do artigo publicado no site do jornal El País, que pode ser lido aqui)

Amanhã já será tarde


Num momento particularmente difícil da vida nacional, as universidades entendem dirigir-se ao país através de uma Declaração conjunta, que foi distribuída à entrada desta sessão. É um gesto que vale como gesto, que vale como um momento de suspensão do tempo para dizermos, colectivamente, Assim, não, para explicarmos, colectivamente, que Amanhã já será tarde.
A presença, na mesa, do Presidente do Conselho Geral e do Presidente da Associação Académica da Universidade de Lisboa revela a união da Academia neste dia de grande significado para todos nós.
As universidades são instituições seculares, com um passado que se confunde com a própria existência da nação. Nas últimas décadas, têm sido bases fundamentais de uma sociedade que recusa o destino de um país desqualificado e periférico. Não podemos voltar atrás. O que se joga, hoje, não é um problema interno das universidades. É um problema de Portugal e dos portugueses.
As universidades têm a herança do passado e têm a responsabilidade do futuro. Mas nada poderão fazer se ficarem sem presente. Não vou falar-vos, outra vez, da redução de 50% no financiamento público das universidades, desde 2006. Não vou falar-vos, outra vez, da diminuição de 30%, apenas nos últimos dois anos. Não vou falar-vos, outra vez, do desastre que seria mais um corte de 10% no próximo ano. Já ninguém suporta os números, nem as queixas, nem as lamentações. Já ninguém aguenta esta pátria “eterna mas perdida”, sem sequer sabermos se foi no passado ou no futuro onde a perdemos (Sophia de Mello Breyner).
Mas nós estamos aqui e temos, mais do que nunca, um dever de presença. É difícil? Eu sei que é difícil, mas é agora que o país precisa de nós. A pergunta que devemos fazer não é sobre esse “enorme desvio [que existiria] entre aquilo que os portugueses acham que devem ser as funções sociais do Estado e os impostos que estão dispostos a pagar”. Não, essa não é a pergunta.
A nossa pergunta é outra: Será que os portugueses querem cortar nos sectores do conhecimento e da ciência onde se promove o que há de melhor na sociedade? Será que os portugueses estão dispostos a desperdiçar o investimento feito nas últimas décadas, resignando-se perante o regresso de uma sociedade da pobreza e da miséria, de um país sem ambição e sem futuro?
É esta a nossa pergunta, porque sabemos que, em períodos de grande perturbação, é preciso manter o rumo. Sem objectivo, sem rumo, não há caminho. Andaremos aos círculos, cada vez mais extenuados, mas não sairemos do mesmo lugar. O que está em causa não são quaisquer prerrogativas ou privilégios internos às universidades. Não. O que está em causa é a existência de instituições capazes de construir o único caminho de futuro para Portugal. Porque sem formação superior, sem conhecimento, sem ciência, não haverá riqueza, nem empregos, nem qualquer possibilidade de superar a crise que hoje vivemos.
O que nos define não são os problemas que temos, mas a maneira como os enfrentamos. Este é o momento para dizer, e para mostrar, que as universidades são capazes não só de formar os jovens, não só de produzir conhecimento de alto nível, mas também de colocar os jovens que formam e o conhecimento que produzem ao serviço das pessoas e da sociedade. Mais: para mostrar que as universidades são, já hoje, lugares de inúmeras iniciativas, onde se concretizam ideias e projectos sociais, culturais, empresariais, tecnológicos; que as universidades são, já hoje, espaços centrais da vida económica e do desenvolvimento social.
É imensa a responsabilidade histórica que temos pela frente: demonstrar que o país não está condenado a ser o que foi durante grande parte do século XIX e do século XX e que pode ser “outra coisa”, que pode finalmente compreender – como escrevia Manuel Laranjeira a Miguel de Unamuno – “que a inteligência é o grande capital dos povos modernos e a cultura a mais fecunda das revoluções”.
É esta a responsabilidade da nossa geração. Hoje. Porque Amanhã já será tarde. Não vale a pena fazermos de conta que sabemos o que não sabemos, que podemos o que não podemos. Mas é preciso que alguém faça o que tem de ser feito. Ou damos agora o passo que ainda falta – depois da formação, depois da conhecimento, conseguir que a formação e o conhecimento sejam decisivos na organização da sociedade, da economia e do trabalho – ou voltaremos muitas décadas atrás, a um país ao qual nenhum de nós quer regressar.
Lembro-me quando Lóri, personagem de Clarice Lispector, explicava que só sabia que já começara uma coisa nova e que nunca mais poderia voltar à sua condição antiga. Em Abril, o país começou uma vida nova e não pode voltar à sua condição antiga. Para isso precisa das universidades e da sua capacidade de inventar o futuro.
Aqui, na Universidade de Lisboa, não vivemos entrincheirados, vergados à ditadura da sobrevivência. Em tempos de extrema dificuldade, temos conseguido reforçar a nossa coesão e o nosso trabalho. Não há muitas oportunidades para agradecer a todos os que fazem a universidade no dia-a-dia. Quero fazê-lo, agora, agradecendo sobretudo aos membros dos órgãos de governo da Universidade (conselho geral, senado, conselho universitário) e aos órgãos de governo das Faculdades (assembleias, direcções, conselhos científicos, conselhos pedagógicos), agradecendo a todos a atitude exemplar que têm revelado nestes tempos de tanta dificuldade.
Aqui, na Universidade de Lisboa, sabemos bem que não há nada pior do que a política do pior. Não estamos acomodados. E, por isso, temos conseguido construir, em diálogo com os nossos colegas da Universidade Técnica de Lisboa, um projecto de futuro para as nossas instituições e para o país.
Será o mais importante projecto de defesa da universidade pública no Portugal contemporâneo, o mais importante projecto de construção de uma grande universidade pública, da cidade de Lisboa, da língua e da cultura portuguesa, com projecção na Europa e no mundo.
É possível que o decreto-lei da fusão seja aprovado na próxima semana. A versão que conhecemos garante a democraticidade do processo, consagra uma imprescindível autonomia reforçada e garante o património da nova Universidade. Ficará, assim, concluída a segunda fase do “impossível”: a primeira foi a aprovação nos conselhos gerais e nos senados; a terceira será a elaboração dos estatutos e a eleição dos novos órgãos de governo.
E depois do “impossível”, virá o trabalho difícil, muito difícil e exigente, de construção de uma nova instituição, que saiba ser aquilo com que temos sonhado. É um trabalho que começa de imediato, mas que será, sobretudo, da responsabilidade da geração que agora nos há-de suceder na universidade. Sei bem que “a vida é uma sucessão de absolutos no provisório deles todos” (Vergílio Ferreira). O melhor das universidades está na mudança, na criação, na capacidade de se renovarem e de assim renovarem a sociedade.
Vivemos esta esperança no mesmo dia em que vivemos a angústia de um orçamento que nos pode arrastar para uma situação de bloqueio e de paralisia. É preciso dizer Assim, não. Temos um dever de presença e um dever de palavra. Não podemos deixar para amanhã o que precisamos de dizer hoje.
E hoje sentimos o que Miguel Torga já denunciava há 50 anos, ainda que os nossos tempos sejam, felizmente, muito diferentes dos tempos em que não havia liberdade. Falava contra aqueles que “experimentam a resistência da vítima, e tentam ao mesmo tempo desmoralizá-la. Quando lhes parece oportuno, dão meia dúzia de voltas à tarraxa. E conseguem, ao fim de cada torção, além da certeza de que podem ir mais longe na violência, que ela seja o espelho desencorajante da nossa própria degradação: – E nem assim nos revoltamos”.
Não podemos permitir que continuem a dar voltas à tarraxa. Assim, não. Sem decisões corajosas, que não ponham em causa a nossa vida, que não prejudiquem irremediavelmente a nossa energia, poderemos estar perante o colapso das universidades durante o ano de 2013. Amanhã já será tarde.
Não é um problema apenas do Governo ou das instituições. É um problema dos portugueses. Não dizemos palavras negativas. As nossas palavras são de futuro. Somos uma das poucas soluções de que o país dispõe para sair da crise em que se encontra.
A sociedade tem de ser muito exigente em relação às universidades, mas não lhes pode retirar as condições mínimas de vida e de acção. É uma escolha de fundo, uma das mais importantes, talvez mesmo a mais importante que os portugueses têm de fazer. Em momentos difíceis, mais do que nunca, é preciso estabelecer as prioridades do presente, não em função do presente mas em função do futuro.
Aqui, na Universidade de Lisboa, saberemos escutar as vozes da sociedade, estaremos atentos às decisões que os portugueses têm de tomar, de uma vez por todas, quanto às universidades e ao seu futuro. Mas não temos tempo. Porque Amanhã já será tarde. O que se passar nos próximos dias pode marcar, por muitos anos, a vida da Universidade de Lisboa. Foi isso que quisemos dizer, solenemente, às 12 horas deste dia 9 de Novembro de 2012.
(Discurso do Reitor da Universidade de Lisboa António Sampaio da Nóvoa)

terça-feira, 6 de novembro de 2012

Refundação ou mutilação do Estado Social?

Foto de Orlando Almeida
O fundador do CDS Freitas do Amaral considerou hoje que "o PS fez muito bem em recusar" qualquer diálogo sobre a refundação do Estado Social e que "se houvesse um partido democrata-cristão autêntico em Portugal também recusaria".
Diogo Freitas do Amaral falava aos jornalistas hoje à noite, em Lisboa, à margem de uma conferência sobre "Os princípios de uma política humanistica", promovido e dirigido pelo eurodeputado do CDS-PP António Ribeiro e Castro.
"Não sei o que é [a refundação do Estado Social]. O termo refundação pode aplicar-se a instituições, agora a refundação de um memorando é qualquer coisa que não existe em direito. Significa a refundação do Estado, o Estado português foi fundado por Dom Afonso henriques, em 1143, e não precisa de ser refundado por ninguém, muito menos por este Governo", afirmou o antigo dirigente centrista e candidato a Presidente da República.
Por outro lado, o antigo governante acrescentou que, "se o que se pretende dizer é [que se trata de uma] reforma do Estado, então diga-se".
Freitas do Amaral explicou ainda que esta [reforma do Estado] pode abranger os poderes legislativo, executivo, judicial e administrativo ou, "se se fala num sentido restrito, na reformulação das funções sociais do Estado, que é como quem diz, não refundação, mas mutilação do Estado Social".
(do site do jornal Diário de Notícias)

segunda-feira, 5 de novembro de 2012

Taxa de natalidade


A taxa de natalidade em Portugal atingiu o número mais baixo dos últimos 60 anos. Esta quebra compromete a sustentabilidade da Segurança Social perante um aumento de pensionistas e a redução de jovens que entram no mercado de trabalho.
O ano de 2012 deverá registar o número mais baixo de nascimentos desde que há registo.
Segundo o Correio da Manhã (CM), a descida da natalidade de Junho representa menos 19% de bebés face ao mesmo mês de 2011. A manter-se esta tendência, 2012 terá menos 
15800 nascimentos do que 2011: no ano passado nasceram 96856 bebés, este ano deve ficar-se pelos 81 mil.
(notícia transcrita do Jornal Digital)
Entretanto e como de costume, o Governo assobia para o lado.

sexta-feira, 2 de novembro de 2012

As idades do mar

"Square Rock Ogunquit" de Edward Hoper
Na Fundação Calouste Gulbenkian, até 27 de janeiro de 2013, está patente a exposição "As idades do mar".