quarta-feira, 11 de abril de 2012

Centro de dia em Barcelona, da autoria dos arquitetos BCQ

Foto: Carlos Climent

¿Cómo puede un edifício acercarse a un anciano? Por Anatxu Zabalbeascoa

Muchos ancianos del barrio van al parque todas las mañanas. Les gusta pasear, mirar, jugar a la petanca, sentarse al sol. Llegan buscando estar solos o la compañía de los niños que juegan. En ese escenario, como una pieza más de mobiliario urbano, como un pliegue o una protuberancia del parque, con el mismo material de los bancos, el centro del día levantado por BCQ arquitectos parece brotar del lugar. “El edificio es eso: la reelaboración o la mejora de la costumbre de los ancianos de ir al parque. El centro de día es una puerta al parque. Todas las aulas miran hacia él”, cuenta Toni Casamor, que fundó el estudio hace más de dos décadas con David Baena y Josep María Quera.

En el centro de día del parque del Príncep de Girona, en el barrio barcelonés de Horta-Guinardó, los materiales responden a la naturaleza del encargo. Son cómodos, naturales, “conocidos por los ancianos” -inciden los arquitectos- y cálidos. La cerámica hecha a mano es imperfecta y la madera siempre lo es. “Ambas envejecen, tienen arrugas, vetas imperfecciones, como la piel de los ancianos”, cuenta Manel Peribañez, uno de los socios más jóvenes del estudio. El envejecimiento como proceso natural es lo que enseña este edificio que busca no negar la naturaleza del material frente a lo falso o lo que imita. Pero el inmueble también enseña a convivir en una ciudad. La cerámica de la cubierta y las fachadas laterales del Centro lo convierten en un gran portal. Los materiales tradicionales lo acercan al mobiliario empleado en el parque. “Y casi lo convierten en una pieza de mobiliario más”, explica David Baena.

¿Qué es lo que permite que los ancianos se apropien de los espacios? Estos arquitectos creen que es la proporción. La escala del edificio está pensada a partir de las necesidades de la gente mayor. No es un edificio muy grande. “Seguramente los padres de esos ancianos habrán estado en grandes instalaciones, asilos desangelados, muchas veces amurallados y apartados o también recluidos. Los asilos de antes donde, habitualmente religiosos, preparaban a los ancianos para el más allá, contrastan con los centros de día, que hoy son lugares para mantener la independencia de las personas mayores. Y para satisfacer su ocio”, explica Casamor. Mientras visitamos el edificio, algunos ancianos juegan a cartas. Otros asisten a un cursillo. Alguno lee solo. Y varios no hacen nada. Pero nadie está de más. El edificio acoge esa convivencia de usos. Está pensado para ellos y ese cambio generacional se nota en el inmueble. Porches y terrazas en lugar de verjas y muros. El edificio es un lugar tranquilo, flexible y amable. La flexibilidad hace que el centro de día se vaya redefiniendo con las necesidades de sus ocupantes. También que se asiente, casi como un banco más, en un extremo del parque.

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